"El célebre profeta (Quetzalcóatl) rodeó la montaña ardiente del Poyauhtécatl y se dirigió a Quetlachtlan, donde se embarcó en una canoa, cuya popa ostentaba dos víboras entrelazadas. De ahí se dirigió al mar, al Sur-Oeste de Goatzacoalcos (sic), y desapareció.
"Aquí parece que acaba la peregrinación de Quetzalcóatl; mas la tradición afirma que murió en estos lugares, en que se le tributaron los honores fúnebres, con inusitada magnificencia.
"Sus restos mortales fueron llevados al punto más elevado de la Montaña Ardiente, ó Volcán de Orizaba.
"Vestido de sus ropas más valiosas, colocado en una pira, fue consumido por el fuego. Entonces sus cenizas se elevaron al cielo, formando una espesa nube, en torno de la cual, revoloteaban pájaros de riquísimos plumages (sic), modulando sus alegres cantares, que en vida tanto agradaban al profeta.
"El espíritu de Quetzalcóatl, transformado en Quetzal triunfalmente se remontó al cielo. Al ascender, el sol se nubló, y por espacio de cuatro días, densas tinieblas cubrieron la tierra.
"La naturaleza tomó parte en el duelo público, por la muerte del virtuoso apóstol. Mas no tardó mucho en aparecer una estrella que la volvió a la luz.
"El astro misterioso parecía ser la apoteosis de Quetzalcóatl; ensalzaba sus virtudes, anunciando a la tierra la ventura infinita que había alcanzado en las regiones de los espíritus.
"Desde entonces, el Poyauhtécatl, en cuya blanca cima descansaba aquel astro, se llamó Citlaltépetl, esto es, Monte de la Estrella".
Tomado de "Ensayo de una historia de Orizaba",
de Joaquín Arróniz Fentanes (1867), edición de 1980.
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